En el mundo de los wearables, los smart rings han emergido como dispositivos discretos que monitorean tu salud sin robar atención. Modelos recientes como el Luna 2.0 y el Oura Ring 4 están ganando terreno entre usuarios y creadores de contenido gracias a su capacidad para rastrear patrones durante las 24 horas del día: sueño, variabilidad del ritmo cardiaco, temperatura corporal, estrés, y más.
La demanda ha repuntado: luego del CES y otras ferias tecnológicas, las búsquedas en internet de “anillo inteligente salud” muestran incrementos del 50 %, y varios influencers del ámbito wellness han viralizado comparativas y demostraciones del uso real.
El Luna 2.0 se presentó recientemente con una batería proyectada de hasta 21 días, lo cual lo posiciona como uno de los modelos con mayor autonomía en el mercado. Funciona con un sistema interno llamado LifeOS, que integra IA para generar recomendaciones personalizadas sin depender de suscripciones. La marca también destaca su enfoque hacia el bienestar integral: sueño, estrés, recuperación y salud mental.
Por su parte, el Oura Ring 4 ha mejorado su diseño: con sensores integrados y nuevas rutas de señal (“Smart Sensing”) para adaptarse mejor al dedo del usuario, busca ofrecer mediciones más estables. Además, el anillo ofrece métricas de temperatura corporal nocturna, frecuencia cardiaca, variabilidad del pulso y fases del sueño. Su aplicación ofrece pistas interpretativas para el usuario.
Estos dispositivos procuran mantener el equilibrio entre discreción y funcionalidad. A diferencia de los relojes inteligentes o pulseras voluminosas, los anillos pueden usarse de modo permanente, lo que favorece la continuidad del monitoreo. Esa constancia permite captar tendencias fisiológicas que ayudan a los algoritmos a generar “insights” personales: por ejemplo, reconocer días con recuperación pobre, estrés acumulado, fatiga, e incluso anticipar patrones premenstruales o de sueño irregular.
Un aspecto clave es la precisión de los datos recolectados. En estudios independientes, el Oura ha demostrado resultados sólidos al comparar frecuencia cardiaca nocturna con equipos médicos estándar. Su plataforma afirma que su sensor de pulso y su algoritmo entregan datos confiables cuando el usuario descansa.
No obstante, algunos usuarios y revisores señalan que, para funciones como ECG, los anillos aún están rezagados frente a relojes inteligentes. Hasta ahora, el Oura no ofrece ECG clínico como estándar, aunque el mercado evalúa su inclusión futura.
La adopción de IA en estos wearables impulsa su valor agregado. Las plataformas procesan datos acumulados y adaptan recomendaciones: por ejemplo, sugerir horarios de descanso, ajustar niveles de esfuerzo o alerta temprana de desequilibrios. En el caso de Luna, el intento es que todo esto funcione sin costos extras, evitando el modelo de suscripciones recurrentes que algunos competidores han optado por imponer.
También surgen debates sobre confiabilidad y seguridad. Al ser dispositivos que funcionan intensamente con sensores y baterías compactas, los fabricantes deben cuidar la durabilidad, protección contra desgaste y errores de firmware. En foros técnicos, algunos usuarios comentan incidencias menores de emparejamiento o actualizaciones pendientes, aunque las marcas suelen responder con parches o correcciones.
Para quien busca un dispositivo que trabaje silencioso en segundo plano, los smart rings ofrecen una propuesta interesante: salud sin interrupciones, sin grandes componentes ni necesidad de mostrarlo todo. Aunque no reemplazan dispositivos médicos, su enfoque reside en el autoconocimiento continuo.
Si esta tendencia se consolida, podríamos ver que los anillos de salud pasen de nicho a herramienta cotidiana, acompañando tu rutina sin que te des cuenta.